miércoles, 28 de enero de 2009

RONNIE HABLA EN DIARIO CRITICA

HABLA DE SU ROL EN LA OBRA "CASH"
Ronnie Arias: "Soy un petardo, voy rebotando"
Dice que cambió un año "sentado" en el estudio de Mañanas informales por una puesta en la que no para de correr y hablar. Por Eugenia Saúl.

Hombre al agua. Aunque animal televisivo, Arias tiene mucha experiencia en las tablas, el lugar en el que se siente más cómodo.
“Yo vengo de la tele. En la tele te ponen un moño en el culo y tenés que salir.” Así, rápido, explica Ronnie Arias la dinámica del medio donde se cocinó (el año pasado condujo Mañanas informales, en reemplazo de Jorge Guinzburg), y a la vez da a entender que, justamente por eso, no le es totalmente ajeno el mundo excéntrico del teatro de José María Muscari, donde acaba de desembarcar con un papel escrito especialmente para él. Ronnie Arias, es el hilo conductor de la flamante Cash, estrenada en el teatro Maipo el 13 de enero. La séptima e indispensable parte de un elenco que incluye a buena parte de la crème actoral de Buenos Aires: Gustavo Garzón, Norma Pons, Nacho Gadano, Daniel Aráoz, Juan Carlos Dual y Belén Blanco. Ronnie es el presentador-locutor-narrador. Es, en gran parte, la voz del autor. Una voz en off pero no tanto: está en escena la misma cantidad de tiempo (o más) que los actores y viene a introducirlos, a dividir la obra en pedazos, comentarla y presentar los temas. Viene a condimentarla.“Estoy feliz de la vida. Soy un petardo, voy rebotando. Imaginate que estar en el teatro es algo tan alucinante, tan alucinante...”, dice exaltado, sentado entre bártulos de escenografía, después de haber recorrido cada pasillo del atrás de escena del viejo Maipo, de haber saludado a cada una de las personas que trabajan allí, previa introducción. “Éstas son las conchudas que me visten”, presenta a dos vestuaristas que en el acto sonríen.Cash cuenta la historia de tres parejas que, guiadas por el relator, se encuentran en una oficina de tiempo compartido donde intentan cambiar sus fechas de vacaciones. Sátira desatada sobre una feroz sociedad de consumo y sus exponentes más aberrantes, seis prototipos de gente desagradable. La obra empieza cuando Ronnie baja, recostado cual diva de Broadway, en un dorado signo euros, pisa el suelo y arranca un imparable y verborrágico discurso. –Sos el que abre la acción.–Claro, y el que cierra. Tengo mucha responsabilidad. En la tele estuve todo este año sentado hasta acá, las piernas no existen. Acá es todo el cuerpo, la energía es tal... Tengo una energía que funciona. Después hay que ver si digo bien el texto. Eso es lo que más pánico me daba, porque tengo que correr y que, a la vez, la gente entienda. Por ejemplo: “¿Qué extraño fenómeno nos hace, en el supermercado, elegir para llevar la mermelada light más barata y comprar la leche más cara pensando en calidad?”. Hay una reflexión en eso que estoy diciendo. Y en cada cosa, en cada frase. Y diciéndola tan rápido... Me encanta la obra. –En otro momento decís: “Soy un producto de la televisión”.–No está más, lo sacó. Es muy in your face. Pero me parece que es parte del juego, reírme de mí mismo. Y es una lástima que no esté más; hubo muchos cambios.–¿Tenías miedo de las críticas? –No. –Estás curtido.–No, y lo interesante es que venga la gente. Ayer tuvimos una función rarísima, porque era un público keep, un público quieto. El público no siempre es tan participativo, entonces es un ejercicio interesante.–¿Estás más cómodo acá que en la tele? –Sí. –¿Puede haber una carrera actoral a partir de esto entonces?–Tendría que ser un desafío más. Viste como soy yo, que me propongo pelar una cosa distinta todo el tiempo, no me puedo quedar quieto. Y tiene que ser un proyecto que tenga que ver conmigo y que me permita hacerlo bien. No sé si voy a hacer Un enemigo del pueblo, de Ibsen. Ayer me reía con una amiga: “Lo próximo, Casa de muñecas”. Bueno, pero a lo mejor es más fácil hacer una cosa de esas que algo naturalista para mí, que soy tan exagerado.

No hay comentarios: